viernes, 18 de diciembre de 2009

¿COMER O NO COMER? ¡¡¡ He ahí el dilema!!!

Sugiere un cálido y acogedor “ambiente” a la usanza italiana. Ese aire familiar que su decoración le imprime (sillas de madera y muebles de cocina como los de la nona), lo convierten en un lugar apetecible a todo tipo de público.

Se trata del “Locandina”, un local pionero en comida para un público gay, un restaurante de pastas italianas en Lima y cuyo fundador hace las veces de maître. Haciendo de ello una atención esmerada. (Tal vez se trate del único en su género)

Sin embargo en mi primera visita al local (pues esta es mi segunda vez aquí y aprovecho mi estancia en espera de mis “Tallarines al Pesto” para escribir este artículo), no aprecié nutrida concurrencia: a pesar de que era sábado y la atención, comida y precios son de primera. Por lo que me formulé como de costumbre la siguiente interrogante: ¿Dónde están los representantes de nuestra comunidad? ¿Dónde están aquellos que se rasgan las vestiduras abogando por imitar una cultura cosmopolita? ¿Aquellos que ponen en sus discursos como parámetro de comportamiento gay a sociedades de avanzada como las de América del Norte y Europa?

Bueno si, lo admito. Siempre he creído en un genuino nacionalismo, que resalte nuestra identidad cultural y se pavonee orgulloso de nuestra mestiza existencia. Pero así como es bueno valorar lo nuestro (por cierto, muchos aún no se animan a usar en invierno los famosos chullos peruanos, a pesar de que son un “boom” en las pasarelas parisinas); también es bueno no negarnos la posibilidad de experimentar nuevas sensaciones y placeres, sobre todo si nuestro paladar quedará felizmente complacido y lo cierto es que en un país tercermundista como el Perú, las posibilidades de salir a comer a un buen lugar se ven limitadas por culpa de nuestros irrisorios sueldos, pero tal vez darse un gustito una vez al mes no afectaría tanto nuestra economía; además es sabido que los gays somos grandes consumidores (viajes, ropa de moda, zapatos, perfumes caros, discotecas, saunas y toda clase de banalidades).

Por lo tanto creo que invertir algo de nuestro dinero degustando una buena pasta “al dente” o catando un espectacular vino añejo, incrementará nuestra cultura gourmet, en lugar de andar por ahí “guapas” para “pechar” pero misias para el combo de uno mismo, resignándonos al conocido menú “bien taipa” de la esquina.

Y es que estamos los peruanos por lo general, acostumbrados a la hora de comer en preferir cantidad antes que calidad (a propósito dicen que los hombres nos volvemos selectivos a partir de cierta edad… ¿será que por ello me cuesta tanto romper la dieta del sexo?) y por ello, al volvernos comensales, importa más llenarnos que satisfacernos, como si fuéramos leones hambrientos y no seres humanos con apetito.

Con una generación acostumbrada a los “cuartos oscuros” no pude evitar cuestionarme… ¿Estamos los gays de 40 destinados solo a la “comida rápida”? Y es que el sentarte a una mesa como parte de un proceso de sociabilización ¿es un hábito que ha quedado obsoleto por culpa de nuestra americanizada sociedad individualista? ¿O tal vez el compartir un momento agradable cenando con alguien especial, esté fuera de moda y lo fashion hoy en día sea ser autosuficiente por no decir autocomplaciente? ¿Serán el hedonismo y el consumismo la pareja de moda del futuro? Y… ¿qué vendrá después? ¿Tal vez el sexo se vuelva “IN” y el romance más bien “OUT”? ¿Devorar o degustar?... entonces… ¿cuál es la respuesta? ¿Comer o no comer? ¡¡HE AHÍ EL DILEMA!! “Buen provecho y hasta la próxima”

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