viernes, 9 de octubre de 2009

MATRIMONIO GAY ¿MITO O REALIDAD?

Una vez oí decir que la comunidad heterosexual, había inventado la figura del matrimonio para dignificar sus relaciones sexuales, suponiendo que esto sea cierto creo que deberíamos iniciar éste artículo formulándonos la siguiente interrogante: ¿necesitamos los gays casarnos para validar nuestras relaciones afectivas?.

Empecemos primero definiendo la palabra en cuestión, según el “mataburro” su acepción absoluta es: unión legal del hombre y la mujer y ¡ups, oh por Dios, encontré la madre del cordero! Entonces me pregunté: ¿no será que parte de la comunidad heterosexual cuestiona de las uniones homosexuales su falta de identidad y no su derecho a la legalidad?

En una relación afectiva hombre-mujer, el nivel mas alto de compromiso al que se llega es al matrimonio (o a las bodas de oro) y ya que los gays deseamos dejar formalmente establecidos nuestros vínculos de afecto ¿no deberíamos pensar en un vínculo que represente, exprese y se identifique con nuestra forma no convencional y homogénea de emparejarnos? ¿La cual albergue a sus protagonistas? ¿Es decir a dos hombres o a dos mujeres y luchar por que éste enlace tenga un respaldo legal con una ley aprobada desde el congreso? ¿Hasta cuando vamos a copiar una figura social que no se ajusta a nuestra particular naturaleza dual, vulnerable y apasionadamente sexual? (o que chicos: ¿prometerían frente a un altar fidelidad).

Advierto que no quiero decir que los gays no tengamos derecho a heredar, educar o a recibir la bendición de Dios, pues independientemente de nuestra orientación sexual poseemos instinto paterno y materno respectivamente, necesitamos compartir bienes materiales y apreciamos los parabienes de un guía espiritual, pero en una sociedad como la nuestra, con rezagos de intolerancia y homofobía aun por parte de algunos gays, que prefieren permanecer en el “limbo”, es decir con un pie en el “closet” y el otro fuera, forma de aceptación a medias que nos hace actuar muchas veces con temor de reconocernos en el otro”, en los trabajos por ejemplo, no existe una fluida comunicación entre compañeros de trabajo gays, por lo tanto es mas conveniente para mi estabilidad laboral andar en poses “buses”, como para despistar y que mi”compañera” no me “queme” (evidencie) en público con su conversación. A partir de esta observación no pude dejar de preguntarme: ¿No sería conveniente combatir la intolerancia y poca solidaridad que existe entre individuos gays, como punto de partida antes de llegar a la meta matrimonial? ¿Acaso los gays peruanos solo estamos destinados a aceptar la solidaridad extranjera, esperando a que otro nos despose en la embajada de su país natal, como lo ocurrido recientemente con el músico de Gisela? ¿No sería conveniente primero exigir, como ciudadanos con derechos, que se apruebe una ley que prohíba a los empleadores, despedir a una persona por declarar abiertamente su homosexualidad, antes de pensar en revolotear como mariposas vestidas de blanco frente a un altar? ¿Y no es la iglesia en gran parte la culpable de que se instale ese chip de intolerancia en nuestro disco duro? ¿Es que acaso no fue la santa inquisición la que mandaba quemar a las personas que no se ajustaban a sus principios? .

En pleno siglo XXI: ¿seguimos los gays tomando de modelo al lapidario Dios de Abraham en lugar del tolerante Jesús?; y volviendo al punto… ¿Por qué insistir en usar un vestido fuera de moda con eso del matrimonio? ¿Creen que sería una buena idea arrebatarle a la comunidad heterosexual su crédito inventivo de marca registrada? ¿No hay acaso en el mercado marcas disponibles para nuestra indumentaria amorosa? ¿Qué tal unión civil, alianza de amor, o enlace fabudivino? ¿Es que solo Dolce, Roberto Cavalli o Gucci son las únicas personas creativas en este mundo? Por favor, diseñemos un cartel afectivo que se ajuste a nosotros, pues el camino a un mito gay esta lleno de matrimonios, que se repiten sin cesar, convirtamos nuestra quimera de amor en una realidad.